Cómo encontrar el sentido de la vida

A lo largo de toda mi vida me he obsesionado con la idea tener un propósito, mi gran objetivo en la vida. Creía que las demás personas lo tenían porque desde niños habían tenido claro que querían ser médicos, profesores, cantantes, madres, gente de negocios… Pero yo no. Y, esa falta de propósito o gran objetivo, me ha hecho creer que la vida no tenía sentido. Hoy, vengo a desmontar(me) esta idea y a compartir contigo cómo encontré el sentido de la vida.

Más allá de un propósito

No es necesario tener un propósito definido para sentir que tu vida tiene significado. De hecho, los propósitos o las metas pueden cambiar a lo largo del tiempo, según nuestras experiencias y aprendizajes. Lo importante es aceptar que el sentido de la vida es fluido y puede manifestarse de maneras inesperadas, a veces en pequeños detalles que enriquecen nuestro día a día.

Disfrutar de las pequeñas cosas

Vivimos tan obsesionado con objetivos que cumplir, espacios que rellenar, planes por hacer y cosas que comprar, que olvidamos que la vida es cada momento presente -porque, siendo realistas, no sabemos si habrá un mañana-.

El sentido de la vida o la chispa está en encontrar la magia en las pequeñas cosas: En el olor a café por la mañana, a hierba recién cortada, en el canto de las golondrinas o el sonido de la lluvia golpeando tu ventana, en la risa de un amigo, en el abrazo de tus padres, en el ronroneo de tu gato, en como tu perro mueve el rabo al verte llegar, en tu comida favorita, en los rayos de sol en primavera, en la primera nevada del invierno, en el color de las hojas en otoño, la brisa de verano junto al mar; en ese despertar en el que te quedas mirando como duerme la persona que amas…

Cuestión de conexión

Algo que siempre le ha dado muchísimo sentido a mi vida ha sido ayudar a algo o alguien más: ayudar a quien lo necesita o sentirme conectada a la naturaleza. A veces, sentir que tienes un impacto, por muy pequeño que sea, te genera un gran sentido de satisfacción y conexión con la vida.

Descubrir algo nuevo

El sentido puede aparecer en los momentos de exploración y novedad. Probar cosas nuevas, aprender una habilidad o viajar, nos permite encontrar perspectivas diferentes sobre la vida. A menudo, el sentido de la vida se revela cuando salimos de nuestra zona de confort y abrimos nuestra mente a nuevas posibilidades.

Aceptar la incertidumbre

Sin duda, esto es lo que más nos cuesta -esa maldita ansiedad-. No siempre encontraremos respuestas claras, y eso está bien. El sentido no tiene que ser definido ni permanente. Vivir con curiosidad, apertura y gratitud puede ayudarnos a sentirnos más conectados con la vida sin la presión de encontrar un propósito.

Por tanto, el sentido de la vida no está ligado exclusivamente a un propósito final, sino que puede hallarse en los pequeños momentos, las relaciones, y las experiencias del presente. Permítete ser flexible y disfrutar el proceso de descubrirlo de maneras inesperadas y cotidianas.

«El ayer es historia, el mañana es un misterio, pero el hoy es un regalo. Por eso se le llama presente»

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